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Fallece Enrique Orizaola, gran jugador racinguista y técnico, en vísperas del Centenario del Racing
AYER TARDE SE CONOCIÓ el fallecimiento de uno de esos jugadores y entrenadores que dejaron impronta en el club verdiblanco: Enrique Orizaola (Peñacastillo, 1921). Medio volante, muy disciplinado, de una exquisitez técnica envidiable, militó en las filas del Rayo Sport de Miranda, Racing (1941-1948), Gimnástica y Rayo Cantabria, escribiendo una historia increíble como técnico: Laredo, Rayo Cantabria, Racing, Jaén, Murcia, FC Barcelona, Osasuna, Oviedo, Levante, Deportivo, Valladolid, Salamanca, Rayo Vallecano, Sabadell, Albacete, Calvo Sotelo, Badajoz e, incluso, en la Selección Española en su categoría juvenil. Fue Secretario Técnico del Barcelona, Gerente del Zaragoza y Secretario Técnico del Albacete. Con el Barcelona rozó la gloria, en aquella final europea ante el Benfica; con el Zaragoza la tocó, al celebrar una Recopa de Europa.
Admirador de Germán, Larrínaga o Milucho, no paraba de recordar a Saras, Felipe García, Casamichana, Alsúa… De una memoria prodigiosa, Enrique Orizaola siguió siempre vinculado a su Racing, tanto en lo deportivo, como en lo plástico, puesto que en su afición a la pintura (pertenece a una estirpe de artistas plásticos, con sus hermanos Víctor y PiLuis, que alcanzaron la categoría de maestros en la escultura y caricatura) fundió sus grandes pasiones, entre ellas, su Racing y Cantabria. “A través de los paisajes que pinto de mi Cantabria, me siento siempre como en casa”, repetía de forma incansable.
Siempre con las maletas a cuestas y ni un solo reproche de Emi, su mujer, ni de sus hijos, Paz, Jesús, Enrique, José Luis y Javier. Sirva este pequeño escrito de Mauro Muriedas (en 2003), para recordar la figura de un gran estratega del fútbol y de una sensacional persona, que quiso, como pocos, al equipo de su tierra natal:
“Naturalmente, de azul celeste, como el traje de marinero, pintará el paseo con el padre y los hermanos por los aledaños marineros de la casa santanderina de Castelar. Hasta que un buen día, el pequeño pero rebelde Enrique se soltó de la mano paterna y encaminó sus pasos en dirección de los campos de Miramar, para ver, con los ojos bien abiertos de la ilusión, al mítico Rayo de Rafael Sanz. Fascinado por lo que vio, o, por lo que soñó ver -apenas contaba con 10 años-, decidió seguir el rumbo de la estela verde que dejaba tras de sí el balón de fútbol, frente a la estela blanca que dejaban los barcos del abuelo paterno... En Miramar empezó el deslumbramiento, posteriormente, en el patio y en las aulas del colegio de los Escolapios, se confirmaría su doble vocación, la de futbolista y la de profesor de Comercio. En ambas profesiones, Orizaola fue siempre maestro, dictaba lecciones magistrales”.
Por todo ello, desde el Real Racing Club, tu querido Racing, sólo decirte: “Gracias y hasta siempre, Viejo Profesor”
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