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Cantabria y el Mar: poetas y escritores

Por JOSÉ RAMÓN SAIZ

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Santander, una de las famosas Cuatro Villas del Mar, mantiene desde siglos una estrecha relación con la mar. Atalaya marinera del norte español, para alcanzar a ver su grandeza hay que desempolvar antiguos libros de sal marina olvidados en la hemeroteca detrás de una signatura. Sabemos de Sotileza, la obra que muchos conocen relacionada con la vida santanderina en torno al mar.  Por ser tan de mar, hasta marítima fue una de nuestras grandes tragedias que tanto conmovió a la opinión pública española y que José María de Pereda abordó en su obra  Pachín González, relato novelado de lo que fue explosión y voladura del vapor Cabo Machichaco.

Aunque Cantabria ha dado más escritores de tierra que de mar, el tema ha sido más apto y adaptable para los poetas. Acaso, sin saberlo, el poeta es un mar que sólo encuentra sus pasos en la arena y su actitud interior, sin que lo sepa, es siempre de horizonte. Y por eso se entienden y se hablan los poetas y el mar, desde una piedra golpeada por la ola que la suaviza, o desde el ambiente bullicioso de los puertos que se suceden, unos a otros, para no perder el mar sobre la dura tierra. Y unos cantan al mar que conocen y otros cantan al mar que se imaginan, aunque también hay otros que tratan de inventar el mar.

José del Río Sainz, es un poeta cántabro considerado “menor”, quizás intencionadamente, como Manuel Llano, el sarruján de Carmona, o Fernando Segura, periodista y escritor, que con otros forman parte de una larga nómina de escritores y poetas de la tierra eclipsados por los grandes.  Fue Pick como notable periodista del siglo XX y director desde las tribunas de La Atalaya y de La Voz de Cantabria testigo de un tiempo que supo narrar con brillantez como analizar y estudiar a las gentes con las que convivió. Algunas de las construcciones poéticas del marino y poeta Pick se han incluido en alguna antología para lectura en las escuelas, como el bello soneto Las tres hijas del capitán, que empieza: “Era muy viejo el capital, y viudo,/Y tras hijas guapísimas tenía;/tres silbatos a modo de saludo/les mandaba el vapor cuando salía...”

Nombre destacado es el de Jesús Cancio al que se conoce como el Poeta del Mar por tratarse de uno de sus grandes cantores y uno de los más finos líricos montañeses. Natural de Comillas, en el cercano Oyambre con la ría de la Rabia y sus dunas, en una ocasión se inspiró en los pioneros de la aviación que se recuerda con un monolito en su playa donde aterrizó el primer avión trasatlántico que tocó tierra española. Del Pájaro Amarillo se cumplen ahora ochenta años y su evocación de la hazaña se completa con estos tres versos del poeta comillano:  "Aquí hizo un alto en su glorioso vuelo/un águila de espíritu romántico/que atravesó el desierto del Atlántico...Pero lo fuerte en su poesía fue el mar y todo lo que rodea a su grandiosidad, que caló en él en toda su profundidad: "¡Te llevo, mar, tan metido/dentro de mi corazón!/¿Qué ritmo sin tu cadencia?/¿Qué verso sin tu canción?".

Esa pasión de Cancio por el mar se vive en su Romance de la fragata blanca en la que expresa algunos de sus sentimientos marinos más profundos: "Fragata, fragata blanca/del codasta al tajamar…/tú, que me hiciste poeta,/que me enseñaste a soñar,/que me llevaste en tu estela/por la azul inmensidad,/cisne de un cuento de oro/lleno de viento y de sal…/¡fragata!,'fragata blanca!/¿no te volveré a ver más…?.

Como los poetas tienen la belleza de la palabra, podemos pasar desde Amós de Escalante a Gerardo Diego. El primero, desde su lirismo del Sardinero, evocó que "sabiendo del mar las iras./¿quién presumirá de vencerlas!", mientras que ese poeta de interior que dejó entres sus obras la titulada Mi Santander, mi cuna, mi palabra", confiesa: "Y ya no se si el aire/es mar, si el mar es aire". Sentimientos de identidad que hasta el mismísimo Marcelino Menéndez y Pelayo se atrevió a evocar cuando en alguna ocasión cultivó la poesía y que nos dejó en su trabajo Con una galerna en el Cantábrico.

Entre los escritores, apuntaremos los nombres de los que publicaron sus obras hace algún tiempo. Ya en 1881 José Antonio del Río, abuelo de nuestro poeta y periodista de honor y padre de Alfredo del Río Iturralde, director de El Correo de Cantabria (1882),  publicó la obra Marinos ilustres de la provincia santanderina que en casi seiscientas páginas recoge las biografías de veinte jefes de la Armada nativos cántabros en losl siglos XVIII y XIX. Entre ellas insignes personalidades como Cornejo Vallejo, Velasco Isla, famoso mártir del Morro de La Habana contra los ingleses; José Bustamante Guerra, Gutiérrez de la Concha, caído en las luchas de la independencia argentina;  Francisco Alsedo Bustamante, muerto en Trafalgar a bordo del navío Montañés de su mando; Jado Cagigal, Montero Caloca, Sierra Donesteva, Ortiz y Otañez, Obregón y Lendero, Fernando de Bustillo...y tantos otros.

 

Papel importante en la modernización de nuestra Marina jugaron los astilleros cántabros. El académico Miguel de Asúa y Campos publicó en 1925 una pequeña obra de obligada consulta para el conocimiento y estudio de las construcciones navales en España del siglo XVIII, tan prósperas gracias al impulso de los Jorge Juan, Antonio de Ulloa, José Patiño, el marqués de la Ensenada y José Campillo y Cossío un cántabro que nació en Peñamellera Baja. Estos astilleros se ubicaron en Guarnizo, muy cerca de la capital, después de que se tomara la decisión de trasladar los de Santoña, demasiado expuestos a los ataques del enemigo en caso de guerra. Juan Fernández de Isla y otros patriotas cántabros fueron los promotores de la fundación de este gran complejo industrial de astilleros, ferrerías, fábrica de artillería y talleres de toda clase de elementos para la construcción naval. De Guarnizo salían completamente equipados para la navegación y la guerra, los barcos de todas clases conforme a las exigencias de la época. De esta manera, barcos de guerra construidos en el astillero cántabro participaron en la reconquista de Orán (1782), Tolón (1744) y en la batalla de Trafalgar donde sucumbió Churruca en el San Juan Nepomuceno, construido en Guarnizo.

 

Otra obra importante lleva por título Las Cuatro Villas de la Costa de Luis Martínez Guitián, que aborda el nuestro papel en la guerra y en la paz en los dos siglos del reinado de la Casa de Austria. Cuatro Villas que convinieron unas Cartas de Hermandad, que fueron extendiéndose a otras poblaciones de Vizcaya y Guipúzcoa para fundamentar una fecunda unidad guerrera y comercial de mutua conveniencia. Estudios, análisis, historias y documentos que destacan, sin duda, el protagonismo de la Marina cántabra en la Reconquista participando victoriosamente en la toma de Sevilla.

 

Rafael González Echegaray fue otro fecundo investigador de la mar y de los cántabros ante la mar. La era contemporánea de la navegación de propulsión mecánica, encontró en este escritor, marino y abogado, el incansable investigador de pormenores relativos a los buques de nuestra flota mercante, tarea nada fácil por la dispersión de datos y el poco rigor en la custodia de documentos. Sus libros se ilustran con imágenes de barcos que pasado un tiempo tienen un gran valor para mantener la iconografía naval.

 

De él escribió Pick –contemporáneo de este historiador- que fue un excepcionar biógrafo y fiel amigo de los barcos, que  a través de sus avatares hasta que mueren por naufragio o desguazados los considera como seres vivos y sensibles y no como masas inertes de maderamen o de chapas metálicas, roñosas. Un autor capaz de provocar una poderosa seducción en cuantos sienten la pasión de la mar.

 

Hay olvidos en este recorrido por Cantabria y la mar a través de nuestros poetas y escritores porque la nómina de literatos es amplísima. Habrá más ocasiones para recordar sus cantos marinos, como el que escribiera el catalán Maragall que representa una página más de la épica cántabra: "¡Cantabria!. Son tus bravos marineros/cantando en medio de las tempestades;/la tierra es grande, el mar lo es más,/y tierra y mar embravecidos están./Nuestra vida es lucha,/ nuestro corazón es fuerte,/nadie ha podido tus hijos domar;/sólo la muerte, sólo la muerte,/ la nieve de las cumbres, el fondo del mar".

 

Como este día del mar dentro de las celebraciones de las Fuerzas Armadas tiene como referencia a España y a su diversidad, termino evocado a un escritor y militar, José Cadalso, que como buen ilustrado sabía sonreir cuando le dolía España, muerto frente a Gibraltar en 1782, para escudriñar en su pensamiento sobre la pluralidad de España. Afirmó hace más de dos siglos que: “...por causa de los muchos siglos que todos estos pueblos estuvieron divididos, guerrearon unos contra otros, hablaron diverso idiomas, se gobernaron por diferentes leyes, llevaron distintos trajes y, en fin, fueron naciones separadas, se mantuvo entre ellos cierto odio, que sin duda ha minorado, y aun llegado a aniquilarse, pero aún se mantiene cierto desapego entre los de provincias lejanas y si esto puede dañar en tiempo de paz, porque es obstáculo considerable para la perfecta unión, puede ser muy ventajoso en tiempos de guerra por la mutua emulación de unos y de otros. Y, así, un regimiento todo de aragoneses no mirará con frialdad la gloria adquirida por una tropa toda castellana, y un navío tripulado por vascos o cántabros no se rendirá al enemigo mientras se defienda otro montado por catalanes o mallorquines”.

 

Sin duda, Cadalso veía con agudeza, Sólo tenemos que cambiar las palabras. Lo que llama “tiempo de paz” equivale a la manera de vivir inerte y estática, en que los pueblos están simplemente juntos; el “tiempo de guerra” significa, tomadas las cosas más en grande y con mayor hondura, la vida como proyecto, empresa, esfuerzo y aventura, como creación. Es decir, de la diversidad y la emulación de las gentes en sus distintas identidades se alcanza también el progreso. Progreso que también es mar.

 

 

* José Ramón Saiz Fernández. Escritor. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense. Académico C. de la Real Academia de la Historia.

 

 

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