EL CAMINAR DEL CANGREJO
Por EVA BARTOLOME
Hace apenas unas semanas el Secretario General de Caritas España
daba a conocer las cifras de la pobreza en nuestro país. En torno al 22 % de la
población española vive hoy por debajo del umbral de la pobreza. Un dato
demoledor que nos pone ante una situación dramática. Son más de un millón de
personas, con sus nombres y apellidos que tienen serias dificultades para
subsistir.
Pero lo que convierte a este dato en más injusto es otra cifra situada en el
lado opuesto: la venta de productos y servicios de lujo que ha crecido en un
porcentaje muy parecido al anterior, el 20% .
La pobreza compartida no es menos pobreza, sin
duda. Pero es más llamativo si cabe que se produzcan esos dos hechos tan
divergentes. En el mismo país al mismo tiempo, están conviviendo dos mundos
cada día más dispares.
No hace mucho más de tres años vivíamos en una
euforia de bienestar general donde el Estado nos garantizaba cualquier
necesidad; la economía crecía boyante y nuestro país se había convertido en un paraíso
con el que soñaban los abandonados del mundo y al que llegaban para convertir
en realidad su futuro. Mientras, los nacionales no dábamos un paso ni movíamos
un dedo si no nos resultaba suficientemente rentable mientras disfrutábamos del
consumismo más voraz. Era algo parecido a una inconsciencia colectiva .
Pero entonces cayó Lehmans Brothers; estalló la
burbuja inmobiliaria; lo que gastaba e invertía la administración se convirtió
en un derroche insostenible; llegó la deuda, el déficit, la mano de hierro de
Merkel, de los mercados prestamistas inflexibles y.... ¡todo se acabó!.
En realidad dicen que nada se crea ni se
destruye, sólo se transforma. Pero la transformación ha cambiado demasiadas
cosas para mal. Para mal de la mayoría. Esa masa de caras indefinidas que ha
perdido su trabajo, ha perdido su vivienda y ha perdido su esperanza. Y eso
ocurre ante los ojos indiferentes de los que tienen pensiones desorbitadas,
roban el dinero público, trafican con influencias y especulan sin conciencia
buscando oro sin moverse del sillón.
No podemos ver todo esto sin darnos cuenta de
que es una revolución. pero no de masas. Las masas están paralizadas por el
shock, por la incredulidad y por el pánico. Es la revolución de la levadura.
Una pizca que antes infló la burbuja y ahora infla los intereses de la deuda
soberana, maneja, quita y pone gobiernos.
Hemos pasado del aburguesamiento del
proletariado a la proletarización de la burguesía. La clase media se ha diluido
como un azucarillo en el café y ahora sólo puede pensar en sobrevivir mientras
se pregunta cómo se ha podido llegar a ésto; quién lo empezó todo; cómo se
reparte la culpa y sobre todo cuándo terminará la pesadilla.
Lo peor es que el eco de todas esas preguntas
viaja de pared en pared sin respuestas y acaso si alguien las conoce está
arriba en los pisos altos de un rascacielos ajeno a todo. La inmovilidad y la
resignación han ganado la batalla......¿por el momento?
*Diputada del PRC