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Manuel Tapia: médico, neumólogo y tsiólogo, voluntario en la gripe de 1918

Desde ese puesto y hasta el inicio de la Guerra Civil en 1936, Tapia trabajó en la organización de un hospital moderno, apto para luchar contra la patología infecciosa presente en la sociedad española

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Manuel Tapia: médico, neumólogo y tsiólogo, voluntario en la gripe de 1918
30-04-2020


Lo mismo que le ha ocurrido a miles de MIR (médicos internos residentes), que han debido de afrontar una grave epidemia nada más terminar su formación y han tenido que aprender sobre la marcha, le ocurrió a Manuel Tapia Martínez hace más de un siglo.

Este neumólogo, uno de los pioneros de la especialidad en España, concluyó su licenciatura en el año 1918, en plena epidemia de gripe. Pese a que tuvo que retrasar el comienzo de sus estudios de doctorado, la situación en el país le permitió vivir de cerca una situación límite para la medicina y aplicar, en plena pandemia, los conocimientos adquiridos, durante la carrera.

Manuel Tapia MartínezCartagena.  (Murcia), 2.IV.1895 – Madrid, 1.I.1971. Médico, neumólogo, tisiólogo.

Tras completar la enseñanza secundaria en su ciudad natal, Tapia se desplazó a Madrid para iniciar su formación universitaria. Realizó el preparatorio en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central en el curso 1911-1912, y al año siguiente comenzó los estudios de Medicina, finalizándolos en junio de 1918.

Unos días más tarde obtuvo el grado de licenciado.

El desarrollo de la epidemia de gripe de 1918 retrasó el inicio de sus estudios de doctorado, pero le ofreció la oportunidad de aplicar parte de los conocimientos adquiridos. Es cierto que el plan de estudios de Medicina vigente presentaba algunas carencias. Se contaba tan sólo con unas prácticas de bacteriología asociadas a la Cátedra de Higiene y, desde 1911, con la primera Cátedra de Parasitología y Patología Tropical, pero la microbiología médica no existió como asignatura independiente hasta el plan de estudios de 1928. Sin embargo, desde su período de licenciatura, Tapia buscó una capacitación más completa en algunas de las disciplinas que habían cobrado interés, trabajando al lado de figuras importantes del momento. De hecho, junto a Jorge Francisco Tello (1880-1958) y Ruiz Arcaute en el Departamento de Autopsias de la Facultad de Medicina, trató de mejorar su formación en anatomía patológica, y, junto a Marañón (1887-1960) en la Sala de Infecciosas que éste dirigía en el Hospital Provincial de Madrid, se preparó en la clínica de las enfermedades infecciosas.

Además, al lado de Tello y de Ruiz Falcó en la Sección de Epidemiología del Instituto Nacional de Higiene de Alfonso XIII, amplió sus conocimientos de bacteriología.

Todo esto le permitió, como auxiliar voluntario del citado Instituto, firmar con Ruiz Falcó la comunicación “Contribución al conocimiento de la bacteriología y especificidad del bacilo de Pfeiffer en la grippe”, con la que participó en el importante debate suscitado sobre la etiología de la gripe durante la pandemia de 1918-1919.

Su interés por la bacteriología y los procesos infecciosos no decreció tras la epidemia. De hecho, siguió trabajando en la Sala de Infecciosas del Hospital Provincial por la mañana y en el Instituto de Higiene de Alfonso XIII por la tarde, relacionándose con figuras de la talla de Ramón y Cajal (1852-1934), Fañanas, García Izcara, De Buen, Ortiz de Landázuri o Pittaluga (1876-1956). Inició el doctorado en 1919 y en 1924 defendió su tesis doctoral sobre La profilaxis de la difteria. Probablemente, en la elección del tema tuvo que ver su trabajo en el Servicio de Difteria y Suero Antidiftérico del Instituto de Higiene de Alfonso XIII desde 1920, cuando ganó las oposiciones.

La tesis se benefició también de la experiencia que adquirió en el Instituto Serológico de Copenhague y en el de Fráncfort durante sus estancias en 1923. Tapia colaboró con el Instituto Thirf, fundado por Tello, Hidalgo, Illera, Ramón, Fañanas y Falcó al término de la pandemia de 1918-1919, cuando se crearon varios institutos similares ante el importante mercado que se abrió en el campo de la vacuna y sueroterapia.

El biografiado trabajó también como asesor médico y consejero del Instituto IBYS, otro de los centros constituidos en ese período, bajo la dirección de Pittaluga, y que se encargó de publicar la sesión necrológica celebrada el 29 de abril de 1971 en el salón de actos del Patronato Nacional Antituberculoso.

La preparación de Tapia en el terreno de la patología infecciosa, de la microbiología y de la anatomía patológica, así como sus buenas relaciones con científicos influyentes del momento como Tello y Marañón, hicieron posible que el 23 de mayo de 1925, cuando se inauguró el Hospital Nacional de Enfermedades infecciosas, se convirtiera en su primer director por oposición, en vez de Marañón, que fue destituido de su cargo por el ministro de la Gobernación de la dictadura de Primo de Rivera por disensiones políticas.

Desde ese puesto y hasta el inicio de la Guerra Civil en 1936, Tapia trabajó en la organización de un hospital moderno, apto para luchar contra la patología infecciosa presente en la sociedad española, pero también para proporcionar una formación médica especializada en dicho terreno. Se sirvió para ello del acuerdo de cooperación firmado en 1922 entre el Gobierno de España y la Fundación Rockefeller para facilitar nuestra modernización sanitaria, y del programa de becas establecido a tal objeto por dicha fundación, obteniendo una de ellas en mayo de 1926 para trabajar durante un año (a partir del 1 de julio de ese mismo año) en el Instituto Rockefeller y en los Hospitales de Enfermedades Infecciosas de Boston y de Nueva York. Aunque debió interrumpir el disfrute de la beca el 17 de abril de 1927 por enfermedad, su estancia en Estados Unidos dejó su impronta en la labor desplegada por Tapia al frente del Hospital del Rey. De hecho, bajo su dirección, dicho Hospital contó con un equipo de profesionales competentes y contribuyó a modernizar la lucha contra las enfermedades infecciosas endémicas en nuestro país, como la tuberculosis pulmonar, y estar en condiciones de afrontar de una forma más moderna el desarrollo de algunas epidemias, como la de poliomielitis registrada en Madrid en 1929, en la que el biografiado y el citado Hospital tuvieron un destacado papel.

Entre las aportaciones efectuadas por Tapia y su equipo al estudio de la tuberculosis pulmonar, su dedicación principal, figuran un mayor conocimiento de sus formas agudas y una mejor diferenciación de las alteraciones pulmonares tuberculosas de las no tuberculosas.

Gran parte de los resultados de estos estudios fueron publicados en los Trabajos del Hospital Nacional de Enfermedades Infecciosas, revista dirigida por Tapia. Con él se formaron algunos de los mejores especialistas en neumología y tisiología de nuestro país a través de su magisterio en el Hospital del Rey y en la Escuela Nacional de Sanidad, de la que fue profesor de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la citada Escuela desde 1930.

Tapia participó también en el proceso de modernización sanitaria emprendido en nuestro país durante la Segunda República desde su condición de miembro de la Comisión Permanente de Investigaciones Sanitarias, creada en 1931 por iniciativa del director general de Sanidad: Marcelino Pascua (1897-1977). En 1932 fue nombrado director del Sanatorio de la Fuenfría.

La Guerra Civil truncó esta marcha y modificó la vida profesional y personal de Tapia, que marchó a París en octubre de 1936. Al año siguiente, se trasladó a la Estancia Sanatorial de Caramulo (Oporto) para dar un “Curso sobre tuberculosis”, y se quedó allí como director científico, realizando una gran tarea, tanto en el terreno asistencial como en el formativo y científico. De hecho, allí escribió algunas de sus obras fundamentales, como su libro sobre las Formas Anatomoclínicas [...] (1939) y otros que figuran en la bibliografía.

A partir de 1947, empezó a simultanear su trabajo en Caramulo con temporadas en Madrid, que fue ampliando progresivamente hasta llegar a organizar una consulta privada a finales de 1948, en la que tuvo como colaborador a Luis Cerezo. Del escalafón de Sanidad Nacional Tapia desapareció en 1939, no reapareciendo hasta el 21 de julio de 1958 como médico jefe principal, dada su condición de médico consultor del Servicio de Neumología del Instituto Nacional del Cáncer en esa fecha. Jubilado en 1965, mantuvo su condición de colegiado (en ejercicio) en el Colegio de Médicos de Madrid hasta el día de su muerte.

Desde 1947 hasta 1963, fecha de su última presencia en público en el Congreso Nacional de Broncología de Valencia de 1963, Tapia dio algunas conferencias, asistió a Congresos y Reuniones e impartió algún curso corto en el Aula del Instituto de Patología Médica, dirigido por Marañón. Durante ese período fue presidente de la Sección Española de la Asociación Internacional para el Estudio de los Bronquios desde su creación en 1956 hasta su dimisión en 1963, y del Congreso Internacional de Broncología, celebrado en Madrid en 1959.

Toda esta labor la realizó Tapia a pesar de su precaria salud durante más de treinta y cinco años de su vida.

Además, fue miembro de los comités de redacción de los Archivos del Instituto Nacional de Higiene de Alfonso XIII y de la Revista de Sanidad e Higiene Pública, y fundó la Revista Española de Tuberculosis. En ellas, al igual que en los Archivos de Medicina, Cirugía y Especialidades, los Anales de Medicina Interna o la Gazeta Médica Portuguesa, nuestro biografiado publicó numerosos artículos que no figuran en la relación bibliográfica siguiente.