Aurelia Gutiérrez Blanchard, vista por los suyos
Mujer adelantada a su tiempo, aunque suene a frase hecha. El de Aurelia fue uno de los primeros divorcios de España, durante la Segunda República, claro.
Sigamos hablando de mujeres de la historia, de cántabras de la historia, o más precisamente, de santanderinas de la historia. Sigamos hablando de las Gutiérrez Cueto, o más precisamente, de la primogénita de Enrique, Aurelia Gutiérrez Blanchard. Son pocos los intelectuales que han estudiado la vida de Aurelia, y también son pocos los cazadores de mártires que han intentado hacerse con su nombre. Quizá la explicación radique en que una vida tan llena de sustancia como la de Aurelia, no es comprensible a través de una mirada rápida, su riqueza recompensa sólo a quien no encuentra solaz en su final espantoso.
La vida de Aurelia Gutiérrez Blanchard es la de una mujer adelantada a su tiempo, aunque suene a frase hecha. El de Aurelia fue uno de los primeros divorcios de España, durante la Segunda República, claro. Un divorcio es un fracaso, ninguna persona sensata entra a un matrimonio planeando divorciarse, pero a veces es un fracaso necesario, a veces es un fracaso ligado al amor propio, a veces es un fracaso sin el cual no podríamos levantar la cabeza. Hay que ser valiente para aceptar un fracaso y había que serlo mucho más cuando Aurelia se divorció, con cuatro hijos y un empleo que no pagaba bien. Su divorcio la obligó a contar los centavos y a enfrentar la vida sin más respaldo que el de su propio espíritu. Su manera de mantenerse de pie y con alegría es uno de sus legados más valiosos, la cobardía y la amargura son bastante más comunes que la entereza.
Aurelia decidió trabajar aunque cuando lo hizo, no necesitaba hacerlo. Estudió para ser maestra cuando estaba casada, tenía dos niños y treinta años, es decir, era toda una vieja para los estándares del año mil novecientos siete, cuando se matriculó en la Escuela Normal de Granada. Algunas de sus compañeras tenían la mitad de su edad y no exagero. En pleno siglo veintiuno, muchas mujeres no se atreven a hacer algo que sólo hacen las chiquillas, pero no fue el caso de Aurelia hace más de cien años. Decidió hacerse maestra en ese momento porque fue entonces que un rumor se oyó con más fuerza: estaba por abrirse un centro para formar maestros, es decir, la Escuela Superior del Magisterio, la institución que cambiaría su país desde el único lugar desde el que es posible cambiar un país: el aula. Para ser maestra de maestras, primero había que ser maestra, y cuando lo fue, Aurelia y su familia se mudaron a Madrid para emprender el camino que su anhelo señaló. Terminó la Escuela Superior del Magisterio en mil novecientos doce, en el primer puesto, a los treinta y cinco años y con un hijo más. Y entonces comenzó a formar maestras.
Para entender el camino de Aurelia, es necesario estudiar la historia de la enseñanza en España, los intentos por laicizarla y la cronología de la educación de la mujer. Los intelectuales liberales habían intentado separar la educación pública de la religión desde antes de que Aurelia naciera. Aquello costó catedráticos, ministros, Presidentes y más adelante, costó mucho más. El inicio de la reforma educativa, como su clímax y su final, estuvo lleno de gritos e insultos de ida y vuelta, desde los púlpitos y las Cortes, en los periódicos, en las calles y hasta en las aulas. La historia de la enseñanza en España rompe el alma, es sórdida y sorda, y cuando uno la conoce, el espanto que llegó después pierde todo misterio. Fue la Institución Libre de Enseñanza la que logró establecer la Escuela Superior del Magisterio, entre acusaciones de indecencia, herejía y cosas similares. A sus primeras alumnas, es decir, Aurelia y sus compañeras, los obispos más altisonantes las llamaron “desvergonzadas”, por estudiar junto a maestros varones y quien lo dude puede revisar la prensa de la época. Cuando la dictadura de Primo de Rivera comenzó, la reforma de la enseñanza se detuvo, y aunque los estudiosos afirman que el General invirtió más dinero que nadie antes en la mejora y construcción de escuelas, también demuestran que la calidad de la enseñanza no mejoró. Bajo el ala del General, la Iglesia retomó el control de la educación y aunque algunas congregaciones religiosas desempeñaron papeles ejemplares, la mayoría no, y fue precisamente la relación entre la Iglesia y la Universidad la que precipitó la caída del Dictador.
Aurelia heredó las aficiones de su casta. Era una mujer culta, le gustaba la literatura, el teatro y la música. De vez en cuando, escribía algún artículo de temas culturales o pedagógicos, organizaba jornadas literarias para sus alumnas maestras y también actuaciones de teatro y musicales. Cuando sus hijos crecieron, viajó mediante becas de la JAE para conocer los métodos educativos más vanguardistas y volvió llena de ilusión para formar a las maestras con ellos y forjar un país de gente que supiera pensar. Luego del fin de la Dictadura de Primo de Rivera y cuando la Segunda República nació, Aurelia la alentó desde la prensa a retomar la Reforma Educativa. Las verdades que Aurelia escribió siguen siendo verdades noventa años después, como pasa siempre con las verdades. Por la misma época, una huelga minera en Melilla logró cruzar la frontera y paralizar hasta alguna fábrica en Marruecos. Entonces Aurelia hizo lo que hubieran hecho su padre, su abuelo o sus tíos: recorrió las minas del Rif para entender la situación y revisó desde los baños hasta las camas, o en aquel caso, la falta de camas de los mineros. El artículo que escribió al respecto retrata la injusticia que se ha repetido, se repite y se repetirá en todas las sociedades cuando la vileza de la naturaleza humana se impone, lo publicó El Crisol, donde también escribía Ortega y Gasset.
Los destinos laborales que tocaron a Aurelia fueron, quizá, los más reacios a dar la bienvenida a una entusiasta de la educación laica. Sobre el primero de ellos, en una carta a Unamuno, Antonio Machado escribió “... aquí no se puede hacer nada, las gentes de esta tierra tienen el alma absolutamente impermeable...” La Normal de Maestras de aquel lugar nació medio siglo después que las del resto de España y el hecho es bastante ilustrativo. Aquella Normal fue la primera que Aurelia dirigió, varios años después de su llegada, pese a la campaña en su contra que la describía con cuernos, tridente y olor a azufre, encabezada por un autonombrado defensor de Cristo a quien alguien apodó “aprendiz de Maquiavelo”. Imagine, mujer que lee éste artículo, que usted está en una tierra ajena y hostil, que está separándose de su marido porque no existe otra manera de seguir respetándose a sí misma, imagine, mujer, que el dinero no le alcanza y usted aprende a estirarlo, que el tiempo tampoco le alcanza pero usted también lo estira para poder llevar su casa, educar a sus niños y formar maestras, imagine, mujer, que mientras usted se pregunta si logrará salir adelante sin morir de agotamiento, gentes de alma impermeable la acusan de ser enemiga de Cristo, imagine, mujer, que aun en esas circunstancias, a usted la ascienden a Directora y usted logra dotar a la Escuela Normal de una biblioteca y hasta un museo y decida, mujer, si Aurelia tuvo o no tuvo un espíritu estupendo y si fue o no fue una enemiga de Cristo. El último destino laboral de Aurelia fue una ciudad sin mar y ella llegó allí en el año treinta y tres. Desde antes de su llegada, las clases en la universidad de aquella ciudad se dictaban con guardias adentro para evitar la violencia, y sus habitantes se preparaban ya para “una inminente guerra civil”.
En la ciudad sin mar, después de un mitin fascista, extremistas de izquierda agredieron a un muchacho porque creyeron que había asistido, lo golpearon tanto que murió, y no era fascista. Un maestro fue acusado del asesinato. Aurelia conocía a ese maestro y le constaba que era inocente. Entonces hizo lo que hubieran hecho su padre, su abuelo o sus tíos: organizó una recolección de firmas para su defensa y la llevó personalmente a Madrid. ¡Ha defendido al asesino!, enfurecieron, como demostrarían después, las calles de la ciudad sin mar, y que el maestro a quien ella defendió no fuera asesino, a nadie le importó. Un año después, Aurelia donó públicamente dinero para los huérfanos que la represión de la revolución de Asturias dejó. ¡Ha enviado dinero a los hijos de los asesinos!, enfurecieron, como demostrarían después, las calles de la ciudad sin mar, y que el número de huérfanos que la represión de la revolución dejó hubiera espantado hasta a muchos militares, a nadie le importó. Un año después, el veinticinco de agosto del treinta y seis, el cuerpo de Aurelia entró al depósito de cadáveres de la ciudad sin mar, y que ella estuviera haciendo de España un país mejor, a nadie le importó; y que ella nunca hubiera tocado los tambores del odio, a nadie le importó.
Aurelia Gutiérrez Blanchard vivió.
Úrsula Álvarez Gutiérrez
Santander, abril del 2023
“Mientras que la escuela higiénica, racional, verdadera casa y hogar de la infancia, taller donde se forma en el culto y amor al trabajo, no se considere como un derecho de todo niño, como una obligación ineludible de las generaciones adultas, no daremos un paso en el camino del progreso y de la legítima civilización.” Frase de “La reorganización de la escuela primaria”, de Aurelia Gutiérrez Blanchard, publicado en El Telegrama del Rif, 28 octubre 1931.
“...¡Señor! La guerra de nosotros aparta sanguinaria;
que nunca arranquen luchas fratricidas
de nuestros hijos las preciosas vidas!”
Extracto de la poesía de Enrique Gutiérrez Cueto, padre de Aurelia, compuesta al recordarse un año de la revolución de 1868. La Abeja Montañesa, 25 septiembre 1869.
“En religión: Católico, apostólico y romano. En política: Librepensador”. Lema de Santiago y a ellos, segundo diario que Cástor Gutiérrez de la Torre, abuelo de Aurelia, fundó en Santander.
Segundo artículo de la serie sobre las mujeres de la familia. La historia de Aurelia forma parte del conjunto de cuentos basados en la familia Gutiérrez Cueto que se publicará, Dios y nuestros espíritus mediante, éste 2023. Artículos relacionados:
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Imagen: Placa conmemorativa colocada en la Universidad de Valladolid. Contiene información errada, pero el recuerdo y el homenaje se agradecen. (Gutiérrez Cueto no es un apellido compuesto. Aurelia no estudió en Santander, ingresó a la Escuela Superior del Magisterio en el año 1910 y no es posible saber si murió el 24 o el 25 de agosto del año 1936)