El retorno a Cantabria, un artículo de Úrsula Álvarez Gutiérrez
Vine a Cantabria porque hacía mucho tiempo que mi bisabuelo, El Chapetón Cueto, un marino que no sólo habita en las leyendas sino en mi corazón, estaba insiste que te insiste, apúrate, bisnietuca.
El retorno a Cantabria
Vine a Cantabria a inicios del año dos mil veinte para intentar desenredar el nudo fascinante que es la historia de mi familia materna. Vine buscando lo que se le perdió a mi abuelo Sixto, aquello tan valioso que lo mantuvo levando anclas en Arequipa, ya nos vamos, mujer, ya nos vamos, hijos, hasta que un infarto más que cruel hizo que el único en irse fuera él. Décadas después de su muerte, un día bendito sus espíritus aparecieron para mostrarme un hilo que cuelga de mi corazón, un hilo manchado de tinta, pintura y sangre, de oro y agua de mar. Fui tirando de él poco a poco y con cuidado para no descoserme y acabé enterándome de que provengo de una tribu de locos fantásticos y tenía que saber más, porque nuestros ancestros están muertos pero vivieron y eso no es tan común como se cree. Se ha escrito acerca de nuestra familia, aunque muy pocos autores han aclarado, quizás por no saberlo, que todos esos nombres en los libros de la historia de la prensa, del arte, de la abogacía y de la vida de la tierruca pertenecen a un único tronco, el que nació cuando un intelectual, Cástor Gutiérrez de la Torre, se casó con una mujer, Concha Cueto y Sánchez, que era más fuerte que la naturaleza.
Vine a Cantabria porque hacía mucho tiempo que mi bisabuelo, El Chapetón Cueto, un marino que no sólo habita en las leyendas sino en mi corazón, estaba insiste que te insiste, apúrate, bisnietuca. El Chapetón tuvo un dragón y por puro deseo de reparación le dio por fundar compañías de bomberos voluntarios en Santander y en Arequipa. Su hermano, el Capitán don Fernando, fue un héroe de verdad, de los que salvan vidas y equilibran el mundo y encima, hacía versos sin esfuerzos; el Museo de Arte de Santander expuso su retrato hace poco, y gracias a su Director, todos en La Marinera pudieron ver los ojos de cielo, cejas de diablo y bigotes de chiste del marino de corazón de galerna que fue el rompe-bloqueos más famoso de la guerra hispano cubana. Domingo, mi favorito, fue abogado y escritor como su padre. ¿Cómo no cruzar El Atlántico de tío Enrique para investigar in situ tantas vidas valientes?
Vine a Cantabria para entender la vida de nuestra Aurelia, que fue asesinada décadas antes de que yo naciera pero exactamente en el mismo día, aunque muy pocos hablan de ella, porque es mucho más glamoroso hablar de su hermana, la pintora, ¡han descrito a María como “triste” tantas veces! María fue valiente, decidida y cumpllió sus sueños. Matilde de la Torre y su aporte cultural, Consuelo Berges y el ejemplo de su fortaleza descomunal... ¿cómo resistirse al deseo de resucitarlas hasta oírlas cantar?
La magia es amor que trasciende la muerte. Mis ancestros me llamaron y vine a Cantabria en el nombre de Sixto. Me zambullí en los archivos de la tierruca, seguí los consejos de los estudiosos, junté los recuerdos heredados de los hijos de la Casa de la Cajiga en Ucieda y la Casa de los Tiros en Molledo, terminé de escribir la historia de las vidas valientes de nuestros espíritus y pronto se publicarán, porque la vida derrota a la muerte.
Mientras ello ocurre, permitan que Pimienta, la perrita con la que crucé El Atlántico y está a punto de cumplir quince años, y yo, les contemos un cuento cada semana. Y así, la familia Gutiérrez Cueto cumplirá tres siglos consecutivos en la prensa periódica de la tierruca.
Úrsula Álvarez Gutiérrez. Tataranieta de Cástor Gutiérrez de la Torre. Bisnieta de Sixto Gutiérrez Cueto. Nieta de Sixto Gutiérrez Galloso. / Santander, agosto del 2022