NO ES LO MISMO EL ÉXODO UCRANIANO QUE EL VENEZOLANO
Por IÑAKI ANASAGASTI
No paro de repetir y agradecer el inmenso mérito de las familias vascas que durante años se han ocupado en Euzkadi de los niños de Chernobyl, trabajo que ha facilitado enormemente que familias enteras, madres con niños y jóvenes que ya habían estado aquí en verano se reencuentren con sus familias vascas. Ojalá no tengan que seguir huyendo de su país que es donde deberían estar. Lo mismo la pareja de Afganistán que agradece la acogida pero se queja de trato discriminatorio que reciben los afganos sin criticar un ápice que a los ucranianos se les trate como se les está tratando en esta ocasión. Tienen todo el derecho. El problema es la asimetría. Y eso los vascos nos lo deberíamos mirar.
En Euzkadi no tenemos 300 sino 21.000 emigrantes venezolanos. ¿Se ha enterado usted?. Pues no. Están invisibilizados, por los medios y por la política. Y han salido adelante como han podido, desde luego si hubiera sido por la sensibilidad de Paul Ortega que es el Director de la Agencia Vasca de Cooperación para el Desarrollo, Igualdad, Justicia y Políticas Sociales quien con tan rimbombante título se lavó las manos desde el primer momento diciendo que no era su competencia, estarían todos bajo un puente. Podía haberse preocupado en algo, orientar, llamar, buscar soluciones. Tiene mentalidad de viejo funcionario y se acabó. No hizo NADA. Me llamó poderosamente la atención la falta absoluta de empatía estando como está en un gobierno que predica lo contrario.
Si lo ha hecho Gorka Álvarez, Director para las Comunidades vascas del Exterior quien siempre ha estado ahí tratando de ayudar y resolver problemas. El alcalde Aburto consiguió una lonja para que la Asociación Tierra de Gracia pueda atender a tanta demanda, aunque costó que el ayuntamiento de Bilbao aceptara el pasaporte caducado, por culpa de la dictadura, para que pudieran empadronarse los miles que nos han llegado de un país que abrió sus puertas al exilio vasco en 1939. Todo eran pegas. Ahora los ucranianos resuelven su documentación en una hora. Que es lo que se debería hacer con todos.
Esto lo ha detectado la buena periodista Ludmila Vinogradoff que ha escrito lo siguiente:
“Unos 10 millones de ucranianos, según cifras oficiales de la ONU, han tenido que abandonar sus hogares, de los cuales unos 3,5 millones se han refugiado en los países europeos vecinos, donde les han abierto las puertas a la inmigración de inmediato desde el primer día en que comenzó hace un mes, el 24 de febrero, la guerra iniciada por el presidente de Rusia, Vladimir Putin.
Putin y Maduro impulsan el éxodo
Ucrania, de 44 millones de habitantes, ha sufrido la peor tragedia después de la Segunda Guerra Mundial, tan solo comparable a la hambruna ocurrida entre 1930 y 1932 cuando Stalin diezmó a la población con el denominado Holodomor y murieron de inanición unos 4 millones de ucranianos.
Este 4 de marzo observamos una conmovedora situación. En una estación de Kiev para tomar el tren a Lviv, Aleksander, de 41 años, se despide con lágrimas de su pequeña hija Ana de 5 años. Aleksander prefirió quedarse para luchar en la guerra mientras su familia sale de Ucrania para buscar refugio en un país vecino.
Es la misma sensación de llanto y abandono familiar que observo en el Puente Internacional de San Antonio en el Táchira que enlaza a Cúcuta en Colombia, en las barcas que cruzan el mar incierto de Trinidad y Tobago o en el aeropuerto de Maiquetía, envuelto en las policromías de Cruz Diez, la última imagen que se llevan los venezolanos al despedirse de sus padres.
Esta vez ha sido el bombardeo ruso constante, el que ha causado el desplazamiento de 10 millones de ucranianos, que todavía se preguntan ¿por qué? y ¿para qué? cuando huyen para salvarse del implacable fuego de las bombas.
Las residencias ucranianas, los hospitales, las escuelas, los museos, las fábricas, las empresas, han sido todas destruidas. Los pueblos y ciudades se ven en ruinas, arrasadas, llenas de escombros y fantasmales como si hubieran sufrido los embates de una lluvia torrencial de misiles y metralletas imparable durante un mes.
Esta vez la naturaleza no se ha ensañado contra el sufrido país sino la ambición demencial de un psicópata que pretende anexarse a “sangre y fuego” el territorio que ha invadido.
La crisis de refugiados ucranianos es un dejá vu para Venezuela. El éxodo de venezolanos en sus interminables oleadas comenzó hace 22 con el ahora fallecido Hugo Chávez pero se intensificó hace 8 años con la toma del poder de Nicolás Maduro.
Cada vez que Maduro anuncia que se aferra al poder, mediante elecciones fraudulentas, más huyen los venezolanos al exterior. La diáspora venezolana tiene nombre y apellido, igual que la ucraniana, y ambas escapan del comunismo trasnochado.
Las Naciones Unidas también cifran el éxodo masivo en 7 millones de venezolanos, aunque la causa no son los bombardeos rusos, sino otro tipo de armas, igual de letales, y similares a las bombas solo matan gente como la represión, la inflación, el desempleo, el hambre y la corrupción.
La gran diferencia entre los migrantes ucranianos y venezolanos es que los primeros envían a sus hijos y mujeres -el 90%- a refugiarse en los países vecinos mientras los hombres se quedan luchando. En cambio la mayoría de los hombres y jóvenes venezolanos huyen al extranjero para trabajar mientras dejan a sus hijos en manos de las abuelas.
Polonia ha sido el vecino que le ha abierto los brazos a los ucranianos y ha recibido mayor cantidad de refugiados mientras que Colombia lo ha sido en el caso de los venezolanos. La diferencia es que los venezolanos no han recibido el trato humanitario de sus pares latinoamericanos “progres” por el dinero de Maduro.
Todas las guerras provocan una migración masiva de gente por la destrucción y la miseria que dejan en el camino. Tanto la guerra militar de Putin contra Ucrania como la guerra política de Maduro contra los venezolanos, tienen en común que la gente escapa del neo comunismo y la tiranía.
En su expansión estratégica, Putin ha encontrado en Maduro al socio rico caribeño que necesita para penetrar en América Latina y amenazar de cerca a los Estados Unidos en sus narices o sea en su propio patio trasero. Sin duda, el líder chavista es el peón del ruso.
A ninguna de las dos tiranías les importa la suerte de los que se han ido, solo de los que se han quedado para poderlos someter a sus designios. Ambos saben que tienen la guerra perdida con fecha de vencimiento, las acusaciones de crímenes de guerra, lesa humanidad y la sombra en su contra por mucho que se aferren al poder.
Venezuela y Ucrania están en manos de tiranos. Putin ha logrado sembrar el desprestigio y la mala reputación de los rusos y Maduro el de los chavistas. Y por mucho que intenten lavar su imagen con la propaganda y la represión siempre quedarán como criminales de guerra. Así se lo recordarán los millones de refugiados que escaparon de sus garras y así quedarán en la historia.
Este articulo lo dedico a mi padrastro ucraniano, un superviviente refugiado de la hambruna de Stalin. Se llamaba Konstantin Iwanenko y se casó con mi madre rusa siberiana. Los rusos y ucranianos siempre se llevaron bien y así será en el futuro a pesar de que Putin los ha tratado de dividir".
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