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Pedro Crespo de Lara: equilibrado y diplomático

Siempre amistoso el amigo Pedro. Me dejaba cordialmente si nos encontrábamos en el aire (en “Aviaco”) a su fiel conductor, Francisco, al llegar a Madrid.

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Pedro Crespo de Lara: equilibrado y diplomático
25-09-2020

 

Tengo en la entrada de mi casa un gran dibujo-retrato que me ha hecho -y regalado con exquisita benevolencia- el cabezonense Pedro Crespo de Lara, periodista y abogado, poeta y pintor, también caballero equilibrado y diplomático. Amigo.

El joven y sonriente Pedro Crespo ha emprendido muchas cosas y sabe hacerlas, se lo propuso y no lo pensaba, ha conseguido la excelencia de las formas y alcanzaba sus metas, chapó. Con tesón y buenas maneras que son las que definía el rutilante Oscar Wilde que son “las buenas maneras” con calculada y descriptiva eficacia literaria.

Nació en Cabezón de la Sal (Cantabria) en 1935. Parece ayer. Pero desde que yo entré en mi juventud adulta, si la hubiere, somos buenos amigos. Ya no vivía él en Cabezón, en el posible confort de acomodado burgués sino en Madrid, en la lucha, con sus nunca frenadas idas y venidas madrileñas (con chofer en coche, en avión o en tren) a Cantabria) y volando por el mundo. Inquieto, pero pensando a solas. Para completar estudios (Doctor en Derecho, profesor de Periodismo en la Facultad de la Complutense tras haber alcanzado el primer objetivo con su tesis “cum laude” con un notable texto sobre “El artículo 2. La prensa ante el Tribunal Supremo

Para recibir justos reconocimientos y honores en su curriculum, donde cuenta Pedro con complejos servicios prestados, por ejemplo al frente de AEDE, gran fabricación institucional propia suya pero para todos los empresarios de prensa diaria, en aquella especie de representativa torreta sobre la Agencia EFE (traladada por el mago Ansón al 16 de la calle Esponceda) y en donde, además de contemplar y dirimir las “diferencias” de los prebostes de la prensa e influencia en España, dirigió también la prestigiosa revista de la Asociación. 

Siempre amistoso el amigo Pedro. Me dejaba cordialmente si nos encontrábamos en el aire (en “Aviaco”) a su fiel conductor, Francisco, al llegar a Madrid. Le llevaba a él desde Barajas a trabajar y luego me ayudaba a mí a ganar tiempo entre el Hotel “Cuzco”, los ministerios en donde gestionaba para “Nuclenor” o para ir a la Avenida Complutense a su Facultad y la mía.

Pedro hace las cosas con suavidad y constancia. Como el junco. Tiene una soltura un poco decimonónica en su elocuencia pública, o sea seguro y un poco declamativo, señor con modales. Va con su discurso a los corazones y apuntando a los efectos poéticos, a veces sentidamente ditirámbicos. Algo de mi más agreste carácter trasmerano tenía alguna rebelión frente al buen gusto de sus palabras y modales y supongo, por tanto, que a la inversa. Nunca eso ha impedido el goce fiel de nuestra constante buena relación amistosa que pasa por el amor a los libros, a algunos amigos comunes y a su modo de desestimar a los adversarios que yo, sin embargo, he sabido “cultivarme” a fondo (cada vez menos) en la prensa cercana. Por ejemplo cuando escribí columnas bajo el significativo título genérico de ”La vara”.

Pedro Crespo es cónsul de varios países y es por esencia equilibrado y diplomático como ya he escrito. Pero debo reconocer que he ido comprendiendo con el paso de años que es la mejor reserva para no incurrir en la irritación que producen los contrarios y la búsqueda de concordia social aunque no te libre del todo de envidiosos. 

Gracias a Pedro, por cierto, conocí y pude encontrarme con los miembros de la Asociación de humoristas entre quienes estaba mi cercano Chumi Chúmez, pero otros que solo conocía por su nombre o sus frutos:“Alfredo” (del grupo de Loriga, Máximo, Mingote, Forges, etc.), Abelenda y otros.

Pedro Crespo, como he indicado, es autor de libros y artículos como experto -y experimentado-, en la relación del derecho y la prensa. Pero los tiene también con ramilletes de poemas,respondiendo principalmente a la inspiración de la infancia en el paisaje montañés y a su paisanaje, a sus figuras, al amor perdido y reencontrado, a la exultación de vivir o la nostalgia inevitable por el paso del tiempo. Alguna vez me he ocupado críticamente de buscar esas claves, concretamente de uno que considero excelente, “Entre dos luces”.

Suele llamarme “embajador” y nunca me mosquea porque no se refiere a mis escasas diplomáticas habilidades sino a mi trabajo de los años en que estuve en la oficina de Pensilvania Avenue, 1700. Allí vino a visitarme un día a Washington DC con motivo de su presencia en el ejercicio de su vicepresidencia del “World Press Freedom Committee”, el órgano mundial de la libertad de prensa.

Debí señalar la exitosa faceta de buen padre de tres hijos de Pedro Crespo: el biólogo Piero Crespo (con quien traté cuando estuvo en Estados Unidos), la periodista de “El País”, Gloria, “Coca”, de Bellas Artes, y Julio, historiador e investigador de la estirpe de Oxford.

Como buen amigo también es placentero reconocer que me siento en la cadena de quién lo fue mucho mío, Víctor de la Serna, el culto y  bondadoso jefe máximo en “Informaciones”, el medio que brillantemente dirigió Jesús, amigo de Pedro como sobre todo y desde siempre Luis de la Serna. De la familia de Josefina y del gran guitarrista Regino Sáiz de la Maza y su noble descendencia, de Paloma y la actriz, Carmen. Con alguno jugaba de niño Pedro y con otros, además de amistad, ha tenido muy directas relaciones profesionales. Sobre todos ellos, el respeto y la admiración a doña Concha a quienes vieron irse quedando ciega.

Consta que estableció Pedro, asimismo, duraderas relaciones de amistad con personajes como don Emilio Botín-padre (especialmente tras salir aquél del Consejo del diario  “Informaciones”) y del gran jurista Rafael de Mendizábal o, desde siempre, con el doctor Pedro Pulgar, residente en Torrelavega.

En Santander y en Madrid nos hemos visto siempre. Incluso me descubrió el agradable restaurante “Jai Alay”, “sede” de miembros de todos los partidos, el parlamento gastronómico de Julio, buen pintor además como lo demuestran las paredes de esa casa en la calle Balbina Valverde.

No pude ir hace cuatro años como me hubiera gustado a su toma de posesión como miembro de número de la Academia de Jurisprudencia y Legislación. Tampoco a reuniones en Santander de la “Asociación Plaza Porticada” en la que estaba Pancho Pérez y en donde se han preocupado de intentar velar por el patrimonio cultural cántabro el duque de San Carlos y Elena Botín. Pero ambas devociones confirman el afecto preferente de Pedro en las incansables idas y vueltas de Santander-Madrid. Pero mi independiente relación ha sido siempre personal y directa.

¿Qué nos faltaba?. Una muestra de su logro pictórico pues, tras el increíble aprovechamiento de las lecciones del matrimonio cubano, de Nancy y Orestes (que ahora viven en Beranga), Pedro me ha obsequiado con ese dibujo-retrato que he puesto en la entrada. 

Lo agradezco de corazón. Porque me “veo” como amigo.