Los hijos de Ángel Sanz Briz inauguraron el simposio internacional sobre el Holocausto
ORGANIZADO POR LA UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA. Defensa del recuerdo del pasado, sobre todo para las nuevas generaciones para que no vuelva a ocurrir el Holocausto, al conocer lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial.
Juan Carlos y Ángela, dos de los hijos del diplomático Ángel Sanz Briz, casado con la santanderina Adela Quijano Secades, han inaugurado hace unos días el simposio internacional ‘Enseñar el Holocausto’, que se celebra hasta el viernes en la Universidad de Zaragoza por videoconferencia, al conmemorarse el 40 aniversario de su muerte y el 75 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. Ángel Sanz Briz era aragonés.
“Estamos muy agradecidos con este simposio. Mi padre estaría orgulloso de que se celebre en la ciudad donde nació, en Zaragoza, que él quería mucho”, ha afirmado Juan Carlos Sanz Briz desde su domicilio. “Él se jugó la vida para salvar la vida a más de 5.000 judíos facilitándoles documentos, metiéndolos en sus edificios (o en los que alquiló) y salvándolos de los nazis”.
Juan Carlos Sanz Briz ha hecho una defensa del recuerdo del pasado, sobre todo para las nuevas generaciones para que no vuelva a ocurrir el Holocausto, al conocer lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial. “Se podrá perdonar, pero no olvidar”, concluye el hijo del diplomático.
El hijo del diplomático aragonés ha explicado cómo “emitió 2.300 pasaportes o salvaconductos”, en lugar de los 200 para sefarditas que estaba autorizado por el Gobierno de Hungría en la Embajada española en Budapest (Hungría) en 1944, a través de un truco en los números de los documentos para poder salvar a los 5.000 judíos de toda condición como askenazis y no solo a los sefarditas.
En 1966 fue reconocido por el Gobierno de Israel con el título de ‘Justo entre los justos’ y la dictadura de Franco le impidió reconocerlo oficialmente por los contactos que tenía con los países árabes. Años después, en la Transición, la esposa del diplomático, Adela Quijano, acudió a recibir ese título en un acto muy emotivo en Israel (país que fue reconocido por España en 1986). Así lo ha contado Juan Carlos Sanz Briz en una grabación junto a Eva, una mujer nacida en Budapest en 1944, a la que salvó el aragonés y suele colaborar con su familia en la difusión de esta historia por colegios.
El Simposio internacional es organizado por el historiador Miguel Ángel Pallarés, de la Universidad de Zaragoza, y van a participar profesores de distintas partes del mundo. El objetivo es también educativo en los colegios para explicar la historia de Sanz Briz. “ A los niños a los que les contamos lo que hizo mi padre con las víctimas del Holocausto es muy interesante por sus preguntas. Sobre todo para que sepan lo que ocurrió porque ahora puede volver a pasar para movilizarse”, han explicado Ángela y Juan Carlos Sanz Briz.
“Mi padre nos lo contaba si se lo preguntábamos, pero no alardeaba de lo que hizo. La familia sabíamos que era lo más importante que había hecho, pero allí se quedó todo. Él no entraba en la política. Solo se habla de estos hechos en los últimos años…”, ha recordado la hija del diplomático, en el turno de preguntas de los participantes.
ADELA QUIJANO SECADES (Santander, 1918-2009)
Adela Quijano Secades (Santander, 1-3-1918), está enterrada en la iglesia de San Ramón de los Corrales de Buelna. La viuda del embajador Ángel Sanz-Briz -el diplomático español que se jugó la vida en Budapest por salvar del holocausto a miles de judíos- había fallecido en Madrid en su domicilio de la calle Velazquez. Aunque su muerte estaba anunciada desde hace tiempo, porque el corazón le empezó a fallar, disfrutó hasta los últimos momentos de una familia numerosa a la que dedicó en los últimos años lo mejor de si misma.
No hay que hacer literatura sobre quien era esta mujer. Sus cinco hijos, sus quince nietos y quince bisnietos, junto a sus dos hermanas, cuñadas y otros parientes se vieron bien arropados a la hora de la despedida final en la iglesia de San Ramón.
Adela quiso que la enterrasen en Los Corrales de Buelna, junto a los suyos. Era la patria natal de su infancia en verano, de las primeras confidencias y juegos con los primos Quijanos y Bustamante y era también el lugar donde aprendió a ser una mujer hospitalaria siguiendo el ejemplo de su abuela, la condesa viuda de las Forjas de Buelna, Soledad de la Colina y de la Mora.
Sus hijos contaban la víspera en Madrid ante la capilla ardiente que Cantabria y Santander «eran el amor de mi madre» y tanto lo eran, que no había más que ver como disfrutaba ella contanto historias de Los Corrales a sus nietos madrileños y sevillanos, intentando inculcarles su pasión por el paisaje cántabro.
Fue una excelente anfitriona y una artista en el arte de recibir tanto en las distintas embajadas por las que pasó acompañando a su marido 'el ángel de Bidapest' y luego de viuda en los salones de su casa. De ello pueden dar fe los santanderinos y veraneantes que asistían al coctel que dio todos los agostos, mientras contó con salud.
Allí, en su domicilio del Paseo Pereda, 30, reunía a escritores, intelectuales, empresarios, gentes de la UIMP, artistas y a familiares y amigos. Era toda una institución para familiares y amigos. El 20 de marzo de 2005 se convirtió en la nieta mayor de la saga del empresario y abogado cántabro, Jose María Quijano, tras el fallecimiento de su prima carnal, Dolores Quijano Otero, condesa de las Forjas de Buelna.
Funerales
Recordar que la misa en sufragio de su alma fue oficiada por el párroco de San Ramón, Acilino García, su homólogo en la parroquia de San Vicente Martir, Francisco Lledías y el padre dominico Angel de la Cura, del convento de Las Caldas de Besaya.
Don Acilino que la conocía bien, destacó en la homilía la personalidad arrolladora de la difunta, su fe y su dedicación a mantener y fortalecer los lazos familiares de los que estaba muy orgullosa. Si algo caracterizó en vida a Adela Quijano fue su incapacidad para la crítica. Jamás admitió que se cuestionará a nadie en su presencia
La Coral de Los Corrales de Buelna, dirigida por Justi Echeverría, interpretó varias canciones religiosas durante la misa. Al final del oficio religioso su hijo Juan Carlos y su sobrino Fernando Escoriaza depositaron la urna que contenía sus cenizas en uno de los columbarios sitos junto a un costado del altar mayor.
La iglesia de San Ramón, junto al barrio de Juan XXIII fue construida por su madre, Adela Secades Abarca en memoria de su marido Ramón Quijano de la Colina.