Cuando la sombra del rencor pesa más que la ideología: el caso del Cocodrilo Dandy de Santander
En el juego de la política, hay quienes, tras salir de un partido, optan por pasar página y quienes, atrapados en el resentimiento, eligen atacar al proyecto que alguna vez defendieron. En Santander, un exconcejal de VOX que decidió abandonar la formación sigue sin poder cerrar ese capítulo y parece estar empeñado en una campaña de desprestigio bajo un seudónimo peculiar: “Cocodrilo Dandy”.
La situación ha sido tan curiosa como preocupante. Este exmiembro de VOX, que en su momento trabajó con el partido en un contexto de crecimiento y consolidación en la región, decidió salir del partido en medio de acusaciones que, a la fecha, no han sido demostradas. Desde su salida, lejos de dar un paso al costado, parece haber encontrado un hobby en difamar a sus antiguos compañeros. Con un alias que probablemente creía ingenioso, ha usado foros y redes para lanzar ataques hacia el partido, intentando desacreditarlo con afirmaciones que, en muchos casos, carecen de pruebas o se basan en distorsiones.
Es legítimo que alguien tenga diferencias con su antiguo partido y quiera expresarlas, pero hacerlo bajo una identidad falsa y a través de comentarios de dudosa veracidad muestra una falta de integridad. Criticar desde el anonimato es fácil, y hacerlo con la intención de dañar una organización a la que hasta hace poco pertenecía refleja más una vendetta personal que un verdadero compromiso con los ciudadanos.
Este tipo de actitudes no solo genera dudas sobre las intenciones y la ética del “Cocodrilo Dandy”, sino que también afecta la confianza de los votantes en la política. La ciudadanía, que ya de por sí es desconfiada ante el espectáculo político, observa estos comportamientos y ve en ellos el reflejo de una clase política que antepone los intereses personales al bien común.
La realidad es que VOX, con todos sus aciertos y errores, sigue siendo un proyecto político en crecimiento, que representa una alternativa para muchos santanderinos que buscan una opción diferente en el espectro político. Este exconcejal podría haber asumido una postura constructiva o, al menos, digna, eligiendo avanzar y colaborar de alguna manera con sus ideas, desde fuera, sin necesidad de recurrir al ataque constante. Su insistencia en alimentar conflictos bajo una identidad falsa revela una obsesión con el partido que no solo parece insana, sino profundamente improductiva.
La política y la crítica son necesarias, y también lo son las discrepancias internas, pero el rencor y la difamación no aportan nada a la discusión. El “Cocodrilo Dandy” de Santander, en lugar de contribuir con argumentos y propuestas, parece haber escogido la vía de la desinformación y el desprestigio desde las sombras. Es hora de que se dé cuenta de que la verdadera política se hace con la cara descubierta y que, si en realidad aspira a representar o influir en la sociedad, el camino del rencor no es el más adecuado.