Francis Pardo, el "teacher" controversial, viajero y generoso
En Viena estuvimos invitados María José Gutiérrez y yo en casa del jefe de Mariane, Monhaupt, padre de Birgite, quien de jovencita estuvo en Santander y después fue encarcelada por su vinculación a la banda “Meinhof”.
FRANCIS PARDO, EL “TEACHER” CONTROVERSIAL, VIAJERO Y GENEROSO
Francisco Pardo, asociado con la música, viajes e idiomas era lo que suele llamarse un “personaje peculiar”, o sea propio y singular. Nació en Soba (Cantabria) el 18–11-1909 y falleció en 1993 en Santander.
Original, inquieto, muy conocido, vestía diferente con distintas chaquetillas y pajarita, el pelo teñido, con sus gafas y su presunción y tabaco rubio.
Se hacía llamar “Francis” y por Francis Pardo respondía a todos desde su presidencia/dirección en el centro de enseñanza de idiomas y de práctica de traducción, el “Instituto Anglo Cántabro” en el Entresuelo de la c/ Cádiz, 14. Para la traducción recuerdo que tenía importantes clientes de esa época, entre otros “Laínz” y “El Consorcio”.
A pesar del nombre, la mayoría de los estudiantes que reclutaba para venir una temporada a Santander eran casi todos franceses y les encontraba familias donde pernoctar. Por cierto, algunos -jóvenes y en el extranjero- volvían tarde a dormir y causaban algún disgusto a las familias con su comportamiento, lo cual solía arreglar la eficaz secretaria, Inma Renedo, su muy eficaz secretaria.
Francis y yo fuimos amigos y era muy simpático. Pero en las discusiones siempre quería tener razón invocando su experiencia o incluso levantando la voz. El problema es que no soy ideal para aceptar esas argumentaciones “de autoridad” y él era muy conservador en política, pero avanzado con las chicas jóvenes y en toros pues era furibundo partidario de “El Cordobés”, lo cual me daba igual. También presumía de haber sido amigo a sus 20 años del boxeador Paulino Uzcudun en Nueva York.
Algunas de sus historias me parecían fantásticas, pero luego se veían confirmadas como cuando conocí a su amigo Juan José Tolosa Torregaray, que había sido gerente de “Jean”, el tabaco de Laínz en Canarias. Y Tolosa me confirmó que era cierta la osadía de Francis, espía de Franco, pues había cruzado el Ebro y para disimular se fumó un cigarrillo con los enemigos sin que lo descubrieran por su naturalidad.
El polémico “teacher” (así se le llamaba también) estaba casado con una bondadosa alemana, Mariane Lang, venida del este, culta y paciente que iba y venía de Santander a Brucksal en donde trabajaba para un editor. A la muerte de Francis yo seguí tratando a Mariane porque era muy sociable y me escribía. Ellos también me invitaron en Alemania, en donde sus vecinos eran muy amigables, entre ellos la familia de Piero que representaba a la Cruz Roja y vino también con la familia su roulotte a Santander. Gente sencilla y encantadora.
Francis tenía una gran influencia alemana y seguramente eso reforzó su pasión por la música, especialmente por Beethoven. Alguna vez en su casa de Nicolás Salmerón,5, ponía un disco y dirigía aparatosamente. También remedaba muy bien las voces y despectivamente la entonación de los catalanes a quienes no profesaba simpatía. Se tomó muy en serio, eso sí, hacer críticas musicales en la prensa local y escribió en “La Gaceta del Norte” de Jesús Delgado que le entendía bien, en “La Hoja del lunes” y en “Alerta”. A esto dedicaba mucho tiempo.
Viajamos juntos antes de que trascendiese que un día casi se cae en el puerto del Escudo con Miguel Ángel Santamaría, el director de El Diario Montañés y amigo de ambos.Ibamos en su “mini” verde y él no tenía sobrada vista, pero no iba despacio tampoco. En una ocasión fuimos por primera vez a Burdeos y me avisó que solía patinar en una curva, pero cuando llegamos a ella, tuvimos un peligroso derrape que me dejó mudo.
Allí me presentó en la ciudad a monsieur Lasalle, a quien él representaba para los estudiantes y, hechas las diligencias profesionales suyas, fuimos a ver la película prohibida en España de Marlon Brando, “El tango en París”. Todavía no estaba la “Ciudad del vino” y en Burdeos, ciudad que me gusta mucho y a la que después he vuelto varias veces por mi cuenta, siempre me acuerdo de aquel primer viaje con Francis.
Pero otro día y en otro viaje me hizo una faena. Ya he dicho que era algo verde y no lo disimulaba. Dos chicas nos hicieron “autostop” en Biarritz y como la que se sentó junto a él en la parte delantera no quería “colaborar” y la que me asignó a mí detrás, algo sí, se enfureció; mandó salir a la suya y me dejó en la calle con la otra volviéndose solo para Santander.
Mis muchos viajes a Alemania empezaron con él y Mariane hasta que después he ido invitado por la organización “Konrad Adenauer” a Berlín o por mi cuenta a la dulce Colonia del Rhin o la más severa Dresden del Elba.
En Viena estuvimos invitados María José Gutiérrez y yo en casa del jefe de Mariane, Monhaupt, padre de Birgite, quien de jovencita estuvo en Santander y después fue encarcelada por su vinculación a la banda “Meinhof”. Ella cumplió, se le cambió la identidad y, totalmente rehabilitada, vive desde entonces haciendo buenas obras.
Tanto en esos los viajes como cuando he tratado con músicos alemanes, como con el “Trío Arsis“ por encargo de Jesús Maza, siempre reaparecía el inmediato recuerdo de Francis, discutidor y polémico, pero también generoso. Hombre conversador y original, donjuanesco y profesor, con quien también estuve en la ciudad austriaca de Bregenzs por mandato de Hormaechea para una reunión del los Festivales de Europa.
Teníamos amigos comunes como José Luis Ocejo, Jesús Delgado y el abogado Pedro Vallés, de quien me han dicho que lloraba como un niño en su funeral. Solíamos tomar café en cafeterías que han desaparecido en Santander como “Brasilia” o “El Arenal”. Y los debates eran verdaderamente interesantes, a veces en medio de las apasionadas diferencias que no generaban ningún resentimiento. Si lo pienso, las echo de menos.