El portavoz del PRC en el Ayuntamiento de Santander, Felipe Piña, parece haber encontrado en las redes sociales su principal campo de batalla política. Es cierto que utilizar los vídeos y las plataformas digitales para denunciar problemas de la ciudad puede ser una herramienta útil y cercana al ciudadano. Pero en su caso, la línea entre exigir soluciones y buscar el “like” fácil se ha difuminado por completo.
Cada aparición de Piña en redes está medida para obtener notoriedad, aunque detrás haya poco contenido real. Más que un trabajo de oposición, lo suyo se asemeja a una estrategia de marketing personal: gestos efectistas, frases rápidas y un mensaje pensado para la viralidad, pero sin propuestas concretas que puedan traducirse en mejoras para los vecinos de Santander. Muy diferente es el ejemplo de Laura Velasco, portavoz de VOX, que ha sabido marcar una línea clara de trabajo y propuestas sin necesidad de disfrazar la política municipal de espectáculo.
Piña ya utilizó en el pasado la figura de Miguel Ángel Revilla como trampolín para ganar notoriedad, apelando al tirón mediático del expresidente cántabro para hacerse un hueco en la política local. Aunque cada vez con menor intensidad, de vez en cuando sigue recurriendo a su imagen como recurso fácil para atraer seguidores en redes sociales. Pero la política municipal no puede depender de la sombra de un referente: requiere propuestas propias, compromiso y capacidad de gestión.
Mientras Piña pule su personaje de “influencer político”, los problemas reales de la ciudad siguen sin resolverse: suciedad en las calles, falta de aparcamiento, dificultades de acceso a la vivienda y un mantenimiento deficiente de muchos espacios públicos. Santander necesita portavoces que vayan más allá de la cámara del móvil y asuman el papel que les corresponde: trabajar por la ciudad, no por su escaparate personal.
La realidad es que en Santander pocos se toman ya en serio a Felipe Piña. Su papel de influencer puede darle repercusión en redes, pero en la política local el ruido no sustituye al trabajo. Y todo apunta a que, cuando llegue el momento, acabará pactando con el PP para salvar su papel en el Ayuntamiento, aunque ello suponga renunciar al discurso que hoy vende frente a la cámara.