El rechazo al aparcamiento de autocaravanas en Mataleñas sigue sumando apoyos en la ciudad, pero también arrastra un riesgo cada vez más evidente: la politización interesada que está impulsando la izquierda y que amenaza con diluir el carácter ciudadano de la protesta.
No fue un hecho aislado lo que ocurrió el pasado sábado en Mataleñas, cuando ya apareció una bandera palestina que nada tenía que ver con la reivindicación. Ayer, frente al Ayuntamiento, la escena se repitió de forma más evidente: varias banderas palestinas y alguna republicana se colaron en una movilización cuyo espíritu inicial era transversal, vecinal y abierto a todos los santanderinos.
Que la izquierda trate de rentabilizar cualquier causa no sorprende, pero sí preocupa que la Comisión en Defensa de Mataleñas no haya marcado una línea roja clara. Su silencio está permitiendo que la protesta se convierta en un escaparate ideológico que expulsa a miles de vecinos que, sin militar en siglas ni compartir esas banderas, también rechazan el proyecto de la alcaldesa Gema Igual.
El resultado puede ser paradójico: si la movilización se convierte en un mitin de la izquierda, será la propia alcaldesa quien salga reforzada políticamente. El movimiento nacería de la defensa de un espacio natural común y terminaría fracturado por símbolos que dividen.
Si de verdad se quiere frenar el aparcamiento, la Comisión debe recuperar la unidad original y desligarse con firmeza de cualquier intento de instrumentalización partidista. Porque Mataleñas no es patrimonio de ninguna ideología: es un espacio que pertenece a todos los santanderinos, y solo desde esa amplitud y pluralidad se podrá defender con éxito.