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La imagen de la NASA que demuestra el despilfarro de energía en España
La principal señal que lanza la Tierra hacia el espacio es la imagen de su derroche energético. "Dilapidamos la electricidad", proclaman las luces de la iluminación urbana directa visibles. Las fotografías que envió el 26 de diciembre el Observatorio de la Tierra de la NASA muestran que la iluminación nocturna directa de las ciudades define el nuevo rostro de la península Ibérica. Las fotos tomadas desde la Estación Espacial Internacional enseñan el alcance que está teniendo la iluminación eléctrica de las ciudades de España y Portugal. Su visión global proyecta el mapa menos conocido, pero a la vez más representativo, de la geografía cambiante de esta parte de corteza terrestre.Este es un informe que publica La Vanguardia digital.
La iluminación nocturna de las ciudades, reconocible mediante los colores dorados y centelleantes de las imágenes de los satélites sobre un fondo oscuro, tiene una fuerza visual enorme. Es toda una revelación de las actividades humanas y de sus impactos sobre el suelo terráqueo.
Son el más moderno retrato peninsular desde una perspectiva atlántica. En primera instancia, las luces marcan las grandes áreas metropolitanas de Portugal y de España, aunque destaca la luminosidad del entorno de Lisboa, extensible de forma sorprendente a todo el litoral del Atlántico, en donde un tiempo despejado permite visualizar el enjambre de luces encendidas y el festival de colores eléctricos.
No obstante, casi toda la Península aparece iluminada, aunque sus grandes focos aparecen el área de Madrid, el rey sol del poder energético; la zona Sevilla, identificable al norte del estrecho de Gibraltar, y un anillo continuo de luminosidad que rodea la costa mediterránea, hasta alcanzar la región de Barcelona. Y no faltan zonas complementarias, como satélites, que llevan la desmesura de la luz al sudeste español e, incluso, a Baleares, que, pese a la lejanía, y la menor visibilidad, centellea como el que más.
La foto demuestra que el alumbrado eléctrico no está concentrado exclusivamente en el mundo urbano o los ejes viarios que los interrelacionan, sino que se extiende de forma crecientemente uniforme desde las grandes áreas urbanas hasta los territorios despoblados o yermos, hacia donde se expande como una mancha de aceite ardiendo.
Antes, las pioneras e incipientes imágenes que llegaban del espacio nocturno marcaban los perfiles de un mapamundi de geografía escolar con iluminación centrada en las ciudades y los corredores naturales o costeros bien definidos. Sin embargo, ahora el planeta se mueve de manera eléctrica para ser una urbe global.
La luz artificial vista de esta manera es un nuevo icono. Antes, la Tierra aparecía desde el espacio como un planeta azul, silueteado por contornos naturales marrones o verdosos, de perfiles nítidos como un dibujo de Hergé. Pero hoy las fotografías nocturnas de la Tierra enseñan la otra cara de la moneda; la verdadera faz de un planeta en transformación.
Hasta hace pocas décadas, desde el espacio exterior, y como principal realización humana, se decía que sólo era identificable la gran muralla china. Pero ahora los rastros que deja el ser humano se perciben en un planeta barrocamente decorado con bolas brillantes como celebrando una eterna Navidad, con lucecitas colgantes que reflejan un desarrollo a golpe de gasto energético.
Los aterrizajes nocturnos en avión o la visión del tráfico desde los más elevados edificios de Nueva York ya habían dejado entrever que el planeta se mueve a la velocidad de la luz para extender la electricidad como un reguero de pólvora. Ahora, estamos ante la impresión que causa la metáfora de un desarrollo futurista con pocos visos de ser perdurable.
La foto denuncia que el planeta despilfarra energía y sobreexplota sus recursos naturales energéticos para producir electricidad, abastecerse y moverse; y lo hace de manera alegre y despreocupada; incluso, lo proclama a los cuatro vientos al universo, en donde algún testigo de alguna película de ciencia ficción tal vez recoja las señales como una voz de alarma involuntaria.
Por de pronto, los astronautas de la Estación Espacial Internacional seguramente tienen materia para reflexionar, porque esa electricidad se ha generado mayormente en térmicas que han quemado carbón, gas o fuel. En España, por ejemplo, la principal fuente de electricidad en el año 2011 fue la energía nuclear (un 21%), seguida del gas en plantas de ciclo combinado (un 19%), la eólica (un 16%) y el carbón (un 15,5%), mientras que las fuentes de energía renovables representaron un 33% en el mix eléctrico.
La imagen de la Península iluminada que envía la NASA nos sorprende porque parece el decorado de un programa televisivo de entretenimiento nocturno, pero su extraño magnetismo oculta algunos de los perversos efectos de la transformación que impone el hombre a la Tierra.
Las señas de identidad que mejor definen el planeta desde el espacio exterior son ahora las huellas que ha dejado en la corteza, en su biosfera y en su atmósfera una incesante extracción de energía (petróleo, gas, carbón) para producir electricidad y otros modos de manifestación de la energía. La diferencia es que el poder calorífico que atesoraron estos recursos durante millones de años de formación geológica ha emergido a la superficie en pocos decenios y ahora está quemando la piel de la Tierra.
El desarrollo económico y urbanístico ya dejó cicatrices sobre el territorio, mientras que este se llena ahora de quemaduras que permiten entender algunos de los focos originarios del calentamiento que ocasiona el hombre.
La foto denuncia también que la sobreiluminación de las ciudades –calles, ascensores, parkings, monumentos o edificios a veces vacíos– es un virus que se ha extendido por todo el suelo peninsular sin el antídoto de los planes de eficiencia energética ni el contrapeso de los programas de ahorro, necesarios para apagar tanto fuego fatuo. La gran paradoja es que eso no impide que frecuentemente transitemos por calles mal iluminadas.
Viendo esta imagen se comprende la queja de los aficionados a contemplar los astros y los cometas, pues el reflejo de tanto alumbrado sobre el cielo impide ver el espectáculo de las estrellas. Esta es la imagen del despilfarro de energía, que divulgamos al sistema solar con rutilante aparato publicitario y estética de anuncio de cava barato. Desconocemos la advertencia de estas luces, porque nos confunde su psicodelia. Tanta luz nos ciega y paraliza. Nos falta liderazgos, fuerzas y energías para evitarlo.
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